
La prueba ha resultado muy bonita, productiva y enormemente satisfactoria para un cochón que viene del vaudeville y se topa de bruces con el enigmático siglo XXI.
Tras mucho pensar sobre la causa de mis congéneres porcinos y sus vicisitudes, este cochón ha decidido abandonar la trama cerda y recoger esa costumbre española de saltar al ruedo y atornillar al toro por los cuernos.
Desde esta barricada enlozada relataré crudamente mis experiencias de señor trajeado con calcetines rotos, mis charlas en el casino y mis desventuras pocilgueras de vino peleón con etiqueta de diseño. Esa es, al menos, mi intención. A no ser que el ángel guarro que me guarda, decida en este tiempo de ocio veraniego acercarse a la deidad, e inculque en mí cierta empatía con los sinvergüenzas ombligueros.
ADIEU.