AUTO-ORACIÓN.



Yo soy _______(decir tu nombre y primer apellido, alto y claro)________

Comencemos:

Yo soy _____________________________
La corista principal del espectáculo
La gitana más guapa que haya parido madre
Salero y alegría pura
Y no le tengo miedo, ni a nada, ni a nadie,
Ni a grandes, ni a chicos
Por que yo soy ______________________
La primera en la lista especial
Con la que se rompió el molde
La armonía que camina segura con la cabeza alta
Un geranio en un patio cordobés
Valiosa y capaz
Atrevida y espontánea
Auténtica y original.

LLUVIA DE ESTRELLAS.




Equilibrado de azúcar. Ausente mientras una andaluza me cuenta el parto problemático que tuvo con su segundo hijo. Tenía colocado el feto detrás. Por eso el niño daba tanto por culo.
Esparcida la cara de mi amada en mil perseidas derramadas en la playa. Un espectáculo grandioso.
La margarita no dice que no. Se resiste a morir negando.
¡Qué alegría encontrarme de nuevo en la playa! ¡Qué regocijo este cielo oscuro que me proporciona tantos deseos! Aunque esta vez, siempre reclamé el mismo.
Me he traído a Tuga conmigo, para que me acompañe y contemple como se deshace el cielo, pero está mas afanada en curiosear por la arena. Ya sé que no es un nombre muy original para una tortuga, escarba en la arena y corretea como si le hubieran inyectado sangre caliente. También estornuda. No sabía que las tortugas estornudaran.
Es redundante el mar. Repetitivo.

¡Ese pollo debería rellenar de fibra el silenciador del tubarro que acalla los espaldarazos de las olas contra la arena, suena como una pedorreta de circo exagerada, estirada en el tiempo!

Pero el mar vuelve con su run-run cadencioso, con su adagio de palmas, toma aire, da un paso hacia atrás y... ¡Plás!, una ola. Otro pasito atrás y ¡Plás!, otra ola proporcionándose importancia. Y así, cientos de veces, miles, millones de veces coreado, asentido por cabezazos de mar impetuosos como carneros en la berrea.

Oigo la voz, el run-run otra vez. Me susurra: Cálzate mis zapatos. Conviértete en agua, tienes ante ti el mundo de los piscis, el signo más húmedo del zodiaco. Cálzate mis zapatos, te sentirás cómodo si tienes una pisada pronadora. Pero los piscianos no tienen pies, son lentos cuando se posan en tierra, tienen los movimientos aletargados de los osos cuando están hibernando. Buena especie y buena gente al fin y al cabo, pero contraproducentes para los impulsivos y ardientes Aries, por que tengo entendido que el agua acaba lapidando el fuego.

CARIDAD CRISTIANA.


Señorita XXXX, gustosamente le paso a detallar los gastos de la factura que generosamente tuvo a bien donar a su parroquia personificada en mi humilde persona, y le ruego siga viniendo sin falta a sus visitas semanales al confesionario de su fiel servidor.
Que Dios la bendiga.

ATTE. Padre Pérez-Bueno.


Casulla de adviento (incluye estola)
75% poliester - 25% lana……..145,47EUR


Cíngulo blanco, material: seda
16,27EUR



Roquete modelo Bogotá……….428,26EUR
Roquete confeccionado en tela de popelín, bordado con vainica hecha a mano con hilo de algodón en color gris.




Clerigman, uno negro de manga larga con tirilla y otro gris……..39,67EUR unidad.
Material: 100% poliester




Contador de monedas Eléctrico y digital…………249,23EUR
Muestra la suma total y el número de monedas.


TRES ESCALONES.





La muerte llega de repente, como un estornudo.

Resbalé en las escaleras que bajan a la playa, de tal forma que me quedé suspendido sobre tres escalones engarzados a mi cuerpo, uno en los riñones, otro en el omóplato y el tercero en la cabeza. Advertí enseguida que había sido un golpe duro.

Parece mentira la cantidad de cosas que me dio tiempo a pensar en tan sólo un segundo, a lo sumo dos, que tardé en perder la conciencia.
Pensé en lo fácil que es morirse, matarte, en un accidente tonto. De repente, dejas estúpidamente de gozar de esta prestada vida.
Pensé en Dora, no se por qué motivo me vino su imagen a la cabeza, seguramente, por que sería la persona a ciencia cierta que más lloraría en mi funeral.
Pensé en la deliciosa tarta de chocolate que sabiamente prepara Anita.
Pensé en la colcha india de vivos colores que cubre mi cama.
Pensé en los campos salmantinos donde pasé mi infancia y disfruté de tantas trufas.
Me vino a la mente la biblioteca del casino y la luz que inunda el salón de levante cuando abren los ventanales.
Hasta pensé en lo ridículo de mi estampa, allí tendido, inmóvil, a los pies del mediterráneo, con mi bañador cocksox como el mástil de un velero apuntando al cielo, descalzado de mis resbaladizas alpargatas de lona y con mi sombrero haciendo equilibrios sobre mi hocico.
Pensé que me moría. Sabía que me moría.
Después apareció ante mí un lugar anodino donde todo era del mismo color, y me desmayé.


Cuando recobré el conocimiento seguía allí, suspendido entre los tres escalones al igual que los magos hacen levitar el cuerpo rígido de su ayudante femenina sobre los respaldos de dos sillas. Sabía perfectamente lo que acababa de ocurrir. Notaba correr un hilillo húmedo por mi nuca que supuse sangre e intenté incorporarme torpemente,
con gran fatiga quedé de rodillas en la arena y hurgué con mi pezuña por la brecha hecha en mi cabeza sopesando la importancia del accidente, las mujeres y el aire siempre encuentran una rendija para escapar, el agua y la sangre hacen lo propio, también se las ingenian para derramarse por cualquier resquicio. Chistosamente yo mismo me auto preguntaba sobre conceptos básicos como quien soy, cómo me llamo, la calle donde resido, intentando averiguar si el golpe había afectado a mi entendimiento, por que seguramente habría estado inconsciente unos segundos, pero me pareció despertar de una siesta soporífera de verano, con su sudor característico y todo. Me sentía otra persona. Una persona aturdida y asustada.

El mejor remedio después de seis grapas en la cabeza…una fiesta, así que yo mismo me acerqué a una carnicería sobrellevando la aversión que me producen esos lugares y me agencié con un surtido selecto de proteínas animales, invité a mis vecinos de veraneo y a mis amigos de aquí del pueblo marinero a una suculenta barbacoa, y gustosamente dejé abierta la puerta de la bodega.
Mi amigo Barbas compró unas antorchas y se dedicó a emplazarlas por el camino que baja a la playa, decía que daban un ambiente cool a la cosa y servirían para guiarnos cuando nos bebiésemos la última botella en la arena, luego se acercó a la lonja de pescado trayendo consigo unas bolsas repletas de cartuchos de marisco.
¡Qué bien se está de nuevo aquí, cojones!