EL FOGUERER.



Querido diario, me he enamorado. Fue verlo procesionar con su traje de foguerer, pañuelo al cuello, chaleco bordado con motas de oro, y aquellos colores berenjena y ceniza, y luciendo mantón al hombro como los bandoleros, que sufrí una palpitación rompe sujetadores inusual para mi karma. Este gitano playero tiene que ser mío. ¡Con qué garbo movía el sombrero de ante, dios mío!, y en pleno Junio, con la que cae.

Lo he seguido hasta la foguera Carrer Sant Vicent, esquina con Manuel Antón. Parece que está muy implicado por que todo el mundo lo saluda y lo felicita como si hubiera ganado algo. Mañana mismo me apunto al torneo de parchís que organiza una de sus barracas.

Mejor no, debo pensar otra forma de aproximación más sofisticada, tengo que averiguar más cosas de mi futurible, qué pie gasta, dónde tiene las cosquillas, en qué lado le gusta dormir de la cama, si me aburrirá con teorías económicas para paliar el hambre en el mundo, o será el típico niñato imbécil envuelto en hombre de calvicie prominente que no sabe hacer nada. Está gordo,¿y qué?, más sorpresa se llevará cuando haga grande en mi boca su pajarito, ya sabes, querido diario, que eso me vuelve loca, y sepa mi hombre que posee en su anatomía aparato reproductor, al menos al contacto, por que está claro que con esa prominente barriga encallada, hace años que no se divisa la proa.

¡Mira!. Qué mas da, este bombón me lo quedo aunque se me derrita en el bolsillo.
Mañana mismo al campeonato de parchís, a pagar la cuota, y a conocerme el barrio.
Buenas noches, querido diario.







Querido diario, el amor de mi vida se llama Eduardo y está casado con otra mujer, hoy la he visto pasear colgada de su brazo como si sujetara una reliquia. No es rival. Nadie se quiere durante tanto tiempo, está demostrado científicamente, mas, se comprende el asidero por la delicada salud por la que parecía atravesar el carcamal.
Eduardo, Eduardo, prepárate para lo que se te viene encima.
Por cierto, me han eliminado a las primeras de cambio del torneo de parchís. He de decir en mi favor, que estaba más pendiente de mi calvito, que de contarme veinte.
Mañana asistiré temprano a la parrillada de sardinas y tal vez, pueda tropezar algunas palabras con él.
Buenas noches, querido diario.










Querido diario, no tengo suficiente entendimiento para expresarte lo feliz que me siento, nunca me he reído tanto con un hombre, y no lo digo por su tartamudez chocarrera, sino por lo afilados de sus comentarios hacia la vida en general. De cualquier tema tiene un chascarrillo mi amado Eduardo. Creo que le he hecho tilín. Después del almuerzo hemos ido juntos a la presentación del llibret de la foguera y me he sentido una más entre todos los vecinos, hemos quedado mañana para la mascletá nocturna, a la cual me ha dicho que acudirá sólo por que su esposa padece una grave dolencia y necesita mucho reposo. Esa bruja caerá pronto y pienso mojar con pan la albondiguita que me toca.
Buenas noches, querido diario.








Querido diario, no sé como masticar este filete de sentimientos de categoría B.
Eduardo es un cobarde, y no lo digo por que estuviera bajo mi regazo durante toda la mascletá con el pretexto de que le asustaba demasiado el ruido, lo digo por aplazar lo que la naturaleza tiene por inevitable. Prefiero un gatillazo que una evasiva.
¿Habré sido demasiado lanzada? ¿Por qué sitúan en los teclados tan difíciles de pulsar los signos de interrogación? Desde luego dan ganas de no hacerse más preguntas.
Si Tarzán llama en la selva, los animales acuden. He sido correcta y clara, ¿para qué andar con rodeos?, vaya, otra pregunta.
Me ha dicho que mañana me dará una respuesta a mi proposición de felicidad conjunta, nos hemos citado en la cremá. Sólo contemplo la victoria en este combate y pelar mi pistachito de una vez por todas.
Buenas noches, querido diario.










Querido diario, ya sé que no son horas para contarte estas cosas, está amaneciendo, así que seré breve, por que además, tengo agujetas en las piernas de hacer sentadillas entre los coches para orinar.
Creo que no existe alfombra que se sienta más pisoteada que yo. El príncipe del cuento ha resultado ser un hombre de juguete, Mister Potato con las cuerdas vocales dañadas.
Después de que los bomberos cerraran la manguera definitivamente hasta el año que viene, Eduardo me ha dado una carta en un sobre cerrado, con lágrimas en los ojos, justificándome a su manera lo que ya sé, que no tiene don de palabra, y que por eso me redactaba aquella carta enunciándome sus emociones.
¡Maldito hijo de la gran puta, rata nacida de vientre de mujer, que prefiere desperdicios a un Gouda semicurado y sabroso al paladar.!
Querido diario, tú que me conoces, cómo pude enamorarme de alguien que escribe cosas como:
Prefiero verte partir como te he visto llegar… hay un amor que es paciencia
y otro que es sólo aromar… puedo enseñarte a volar, pero no seguirte el vuelo…y otras lindeces como: la mujer que no conoce obligaciones, se consuela con canciones y se olvida de querer…
¡Pero qué se ha creído este cretino! Desde Hoy mismo me declaro amazonas de la guardia personal de Dionisos, se acabó la moda de los San Pancracios, en cuanto se me pase la resaca, pienso salir al campo a cazar mariposas que ya hayan rebasado la etapa de capullos.
Buenas noches, querido diario.







SUBJUNTIVO






Había una vez una lengua húmeda y exploradora, y había una vez unos ojos color de uva.
Había una vez un tiempo de siembra y nunca dio tiempo a que hubiera uno de cosecha.
En un tiempo de futuro perfecto, tú hubieres habido y yo hubiere habido, en uno pretérito pluscuamperfecto, tú hubieras habido y yo hubiera habido, siempre en subjuntivo, por supuesto, y decentemente mudados de ropa interior.

Se te aparecerá el diablo y te dará a comer cortezas de cerdo, enroscadas y duras. Disciplinado como es él en sus cosas, las que le importan, tendrá a bien ofrecértelas con un ovillo de enredos y tinglados, y ya no necesitaras hacer gárgaras con licor dental barato para quitarte el mal sabor de boca, ahora la celulosa, eso que ni tú ni yo podemos digerir, pero las vacas sí, hará el mismo trabajo si cabe con más clase.

¡TUUUUUUUUUU, TUUUUUUUUUUUU!

¡POR ORDEN DEL SEÑOR LECTORRRRRRR!

¡SE HACE SABERRRRRRRR!

¡QUE LAS MOZAS Y LOS MOZOSSSSSSS!

¡TENGAN A BIENNNNNNNN!

¡DESPEJAR EL SUBJUNTIIIIIIIIVO!

HACER EL ABEJORRO



Entró en la sala con la chaqueta al hombro, con paso bailarín y aires de dandy
-¡Ave María Purísima!
-¡Sin pecado concebida!
-¡Novedades!
-¡ninguna!
Así me gusta, ¿que te ha dicho ella?
-¿Quién?
La chica, ¿quien va a ser?
que le haga el abejorro....
puessssssss
oye, escucha una cosa, pariente, no le des ventaja, nunca. Recostándose en su sillón encuerado de oficina dijo: ¿Te he contado lo que me pasó una vez en el baile de las cruces de Mayo?
-no lo recuerdo, la verdad.
Un día que tengamos tiempo para almacenar acordes en séptima menor te lo contaré con detalle, ahora ven, sígueme; y de un respingo saltó por encima de mí sin pértiga aparente y echó a andar, ¡qué digo a andar!, a trotar, a correr, ¡qué digo a correr!, a cabalgar enloquecido por el pasillo arriba y abajo, sacándome tres vueltas de ventaja como por otra parte tiene viciada costumbre, hasta que aparecimos en el luminoso patio interior.

Nunca dejes que el viento te de miedo entre los árboles.
Lo tendré en cuenta.
¿Escuchas el zumbido?
No escucho nada
¡Por el amor de dios, mira hacia arriba!
¡Mon Dieu! qu'est-ce que c’est?
Un enjambre superlativo de abejas, marcialmente organizadas, de los que suelen perseguirte hasta el río para succionarte el tuétano.
¡Pero, alejémonos, aquí debajo corremos peligro!
Nada, nada, hombre, no te inquietes, están preocupadas en instalarse en su nueva casa, y eso es precisamente lo que le vamos a proporcionar. Recogeremos una caja de tamaño considerable, le haremos un pequeño orificio que servirá de entrada al castillo, y antes de tapar la caja introduciremos el enjambre en ella.
¡¿Cómo?!
No te preocupes, te subiré a hombros y con un certero golpe conseguirás que el enjambre caiga dentro de la caja, después le pones la tapa y lo dejamos en paz hasta que anochezca. Ya vendremos a por él cuando estén más calmadas y todas se encuentren durmiendo en su nueva colmena de cartón.
¡Pero me comerán a picotazos!
Es un riesgo que los valientes debemos correr
¿Debemos?
Sí, debemos.
¿Y después?
Después actuaremos exactamente como en ese maravilloso relato de Hitchcock donde asesina a un enemigo enviando por correo unas avispas a las que el malvado era alérgico. Un trabajo limpio y cuidadosamente ejecutado.
Creo que será mejor llamar a un apicultor, él sabrá lo que hacer…
Naderías, sígueme, ¡vamos!
¡De veras crees que voy a subirme a tus hombros y meter esa nube de veneno en una caja de cartón! Tuve que gritar por que ya se alejaba de mi vista con paso decidido.

Cuando entré de nuevo a la sala, estaba escribiendo en un sobre una dirección con violenta mímica de esquizofrénico. Me acerqué para ver el destinatario de la ocurrencia…

De acuerdo, no hace falta que me subas a hombros, conseguiré una escalera, ¿quieres que le ponga un lazo a la caja?
No será necesario, pero me tendrás que explicar cómo le haces el abejorro
¿A quien?
Puessssssssss, A la chica, ¿a quien va a ser?

BAJARSE AL MORO



Y la miré directamente a sus bonitos ojos.
Estaba tan guapa con su falda larga de gasa y baja de talle, dejando al aire su ombligo moreno, que gustosamente allí mismo le hubiera dado cuello de pavo obviando el olor a rifeña que la envolvía.
¿Por qué llevas un par de grapas en la ceja derecha? ¿Es para recordar algo?
Es la moda en Morolandia
¿Y la comida? Estás más delgada
¿La prefieres con moscas o sin moscas?
Pues sí que ha perdido encanto la zona.
Encanto y calidad; Te aseguro que lo más gustoso que degusté en Chefchaouén fue el sarro de mis dientes. Ahora necesito aliviar urgente el cuerpo y vaciar el cargamento de provisiones que llevo en el estómago. ¿No tienes una cacerola?
Pues sí, la tengo preparada junto con la lavativa.
Por cierto, ¿donde está Enzo?
¿Enzo? ¿Qué Enzo?
Mi conejito del alma, Enzo, lo tienes por casa…
Si, bueno, sabes, él…en fin, no pienses ahora en eso
¿Por qué?
Pues por que… no sé, deberías pensar, y, hacer, lo que debes y tienes que hacer, por motivos claramente obvios…
¿Qué farfullas, Cochon?
Nada, nada, digo que deberías, por tu bien, por nuestro bien, y el de Enzo, por supuesto, el de Enzo, ya sabes, tomarte las cosas como vienen, sin ningún patrón establecido, como una partitura de Zappa.

No te equivoques, Zappa lo tenía todo muy bien pensado y bien escrito, era una máquina inteligentísima y bien engrasada.

No lo dudo, no lo dudo, hablemos si quieres de Zappa y sus películas tan extrañas, ¿verdad?, y su grupo de groupies, como se llamaban… a sí, las GTO, tan impulsivas ellas en materia sexual, y el cantante negro, ¿recuerdas?, bueno, eras muy joven, no habías nacido, pero te aseguro que estaba completamente loco, si señor. Zappa, un maestro, un genio, una leyenda, el discípulo aventajado sin pretenderlo de Varèse…ya sabes, Edgar Varèse, aquel que hacía música con sirenas de barco…

Cochon, Cochon, para el carro, no sé donde quieres ir a parar, ¿Le ha pasado algo a Enzo?
¡Cochon!, levanta la vista del suelo y mírame a los ojos. ¿Le ha pasado algo malo a Enzo?

Y la miré directamente a sus bonitos ojos.
Estaba tan guapa con su falda larga de gasa y baja de talle, dejando al aire su ombligo moreno, que gustosamente allí mismo le hubiera dado cuello de pavo obviando el olor a rifeña que la envolvía.
¿Por qué llevas un par de grapas en la ceja derecha? ¿Es para recordar algo?
Es la moda en Morolandia
¿Y la comida? Estás más delgada
¿La prefieres con moscas o sin moscas?
Pues sí que ha perdido encanto la zona.
Encanto y calidad; Te aseguro que lo más gustoso que degusté en Chefchaouén fue el sarro de mis dientes. Ahora necesito aliviar urgente el cuerpo y vaciar el cargamento de provisiones que llevo en el estómago. ¿No tienes una cacerola?
Pues sí, la tengo preparada junto con la lavativa.
Por cierto, ¿donde está Enzo?
¿Enzo? ¿Qué Enzo?
Mi conejito del alma, Enzo, lo tienes por casa…
Si, bueno, sabes, él…en fin, no pienses ahora en eso
¿Por qué?
Pues por que… no sé, deberías pensar, y, hacer, lo que debes y tienes que hacer, por motivos claramente obvios…
¿Qué farfullas, Cochon?
Nada, nada, digo que deberías, por tu bien, por nuestro bien, y el de Enzo, por supuesto, el de Enzo, ya sabes, tomarte las cosas como vienen, sin ningún patrón establecido, como una partitura de Zappa.

No te equivoques, Zappa lo tenía todo muy bien pensado y bien escrito, era una máquina inteligentísima y bien engrasada.

No lo dudo, no lo dudo, hablemos si quieres de Zappa y sus películas tan extrañas, ¿verdad?, y su grupo de groupies, como se llamaban… a sí, las GTO, tan impulsivas ellas en materia sexual, y el cantante negro, ¿recuerdas?, bueno, eras muy joven, no habías nacido, pero te aseguro que estaba completamente loco, si señor. Zappa, un maestro, un genio, una leyenda, el discípulo aventajado sin pretenderlo de Varèse… ya sabes, Edgar Varèse, aquel que hacía música con sirenas de barco…


Cochon, Cochon, para el carro, no sé donde quieres ir a parar, ¿Le ha pasado algo a Enzo?
¡Cochon!, levanta la vista del suelo y mírame a los ojos. ¿Le ha pasado algo malo a Enzo?

Y la miré directamente a sus bonitos ojos.
Estaba tan guapa con su falda larga de gasa y baja de talle, dejando al aire su ombligo moreno, que gustosamente allí mismo le hubiera dado cuello de pavo obviando el olor a rifeña que la envolvía.
¿Por qué llevas un par de grapas en la ceja derecha? ¿Es para recordar algo?
Es la moda en Morolandia
¿Y la comida? Estás más delgada
¿La prefieres con moscas o sin moscas?
Pues sí que ha perdido encanto la zona.
Encanto y calidad; Te aseguro que lo más gustoso que degusté en Chefchaouén fue el sarro de mis dientes. Ahora necesito aliviar urgente el cuerpo y vaciar el cargamento de provisiones que llevo en el estómago. ¿No tienes una cacerola?
Pues sí, la tengo preparada junto con la lavativa.
Por cierto, ¿donde está Enzo?
¿Enzo? ¿Qué Enzo?
Mi conejito del alma, Enzo, lo tienes por casa…
Si, bueno, sabes, él…en fin, no pienses ahora en eso
¿Por qué?
Pues por que… no sé, deberías pensar, y, hacer, lo que debes y tienes que hacer, por motivos claramente obvios…
¿Qué farfullas, Cochon?
Nada, nada, digo que deberías, por tu bien, por nuestro bien, y el de Enzo, por supuesto, el de Enzo, ya sabes, tomarte las cosas como vienen, sin ningún patrón establecido, como una partitura de Zappa.

No te equivoques, Zappa lo tenía todo muy bien pensado y bien escrito, era una máquina inteligentísima y bien engrasada.

No lo dudo, no lo dudo, hablemos si quieres de Zappa y sus películas tan extrañas, ¿verdad?, y su grupo de groupies, como se llamaban… a sí, las GTO, tan impulsivas ellas en materia sexual, y el cantante negro, ¿recuerdas?, bueno, eras muy joven, no habías nacido, pero te aseguro que estaba completamente loco, si señor. Zappa, un maestro, un genio, una leyenda, el discípulo aventajado sin pretenderlo de Varèse… ya sabes, Edgar Varèse, aquel que hacía música con sirenas de barco…


Cochon, Cochon, para el carro, no sé donde quieres ir a parar, ¿Le ha pasado algo a Enzo?
¡Cochon!, levanta la vista del suelo y mírame a los ojos. ¿Le ha pasado algo malo a Enzo?

Y la miré directamente a sus bonitos ojos.
Estaba tan guapa con su falda larga de gasa y baja de talle, dejando al aire su ombligo moreno, que gustosamente allí mismo le hubiera dado cuello de pavo obviando el olor a rifeña que la envolvía.
¿Por qué llevas un par de grapas en la ceja derecha? ¿Es para recordar algo?
Es la moda en Morolandia
¿Y la comida? Estás más delgada
¿La prefieres con moscas o sin moscas?
Pues sí que ha perdido encanto la zona.
Encanto y calidad; Te aseguro que lo más gustoso que degusté en Chefchaouén fue el sarro de mis dientes. Ahora necesito aliviar urgente el cuerpo y vaciar el cargamento de provisiones que llevo en el estómago. ¿No tienes una cacerola?
Pues sí, la tengo preparada junto con la lavativa.
Por cierto, ¿donde está Enzo?
¿Enzo? ¿Qué Enzo?
Mi conejito del alma, Enzo, lo tienes por casa…
Si, bueno, sabes, él…en fin, no pienses ahora en eso
¿Por qué?
Pues por que… no sé, deberías pensar, y, hacer, lo que debes y tienes que hacer, por motivos claramente obvios…
¿Qué farfullas, Cochon?
Nada, nada, digo que deberías, por tu bien, por nuestro bien, y el de Enzo, por supuesto, el de Enzo, ya sabes, tomarte las cosas como vienen, sin ningún patrón establecido, como una partitura de Zappa.

No te equivoques, Zappa lo tenía todo muy bien pensado y bien escrito, era una máquina inteligentísima y bien engrasada.

No lo dudo, no lo dudo, hablemos si quieres de Zappa y sus películas tan extrañas, ¿verdad?, y su grupo de groupies, como se llamaban… a sí, las GTO, tan impulsivas ellas en materia sexual, y el cantante negro, ¿recuerdas?, bueno, eras muy joven, no habías nacido, pero te aseguro que estaba completamente loco, si señor. Zappa, un maestro, un genio, una leyenda, el discípulo aventajado sin pretenderlo de Varèse… ya sabes, Edgar Varèse, aquel que hacía música con sirenas de barco…


Cochon, Cochon, para el carro, no sé donde quieres ir a parar, ¿Le ha pasado algo a Enzo?
¡Cochon!, levanta la vista del suelo y mírame a los ojos. ¿Le ha pasado algo malo a Enzo?

ENZO




Llegará navidad mil veces, y novecientas noventa y nueve veces las demás estaciones, y todavía no obtendré su perdón, Yo no lo maté, se murió de refinamiento, que todo hay que apuntarlo.
Cuando Olimpia me pidió (casi me ordenó) que cuidara de Enzo durante su estancia en Marruecos, no me pareció el plan más acertado teniendo en cuenta mi dejadez por preocuparme de la vida de los demás animales de cuatro patas. Aun así puse empeño en la tarea y me fui directo a una librería a informarme del tema. La librera, tras un breve cuestionario me vendió un best-seller sobre la cría de conejos-mascotas: The house Rabbit handbook, por una tal Marinell Harriman.
Nada más ojearlo y encontrarme con perlas como estas:”Téngale una delicia como una zanahoria o un pedazo de manzana, platanito (banana) o un pellizco de avena en su mano,” supe que había comprado el libro equivocado. Así que me pregunté; vamos a ver, ¿qué come el bicho? Evidentemente, gránulos de alimento que serán de fácil adquisición en cualquier supermercado, supongo.
¿Y qué capacidad de adaptabilidad posee? Completa, excelente, lo había visto corretear por aquella su casa y apostaría mis tirantes a que podría recorrerla con los ojos vendados. Que no te quepa duda, Cochon, sobreviviría dos semanas con un saco de pienso para esos perros enanos que transportan en los bolsos y una garrafa de sifón de tres cuartos. Finito, capú, asunto arreglado.

¡Qué desgracia, mon Dieu!, ¡Qué equivocado estaba! Por que lo cierto fue que el líquido ni lo probó, y el saco sí que apareció roído, sí, pero no debió gustarle la manduca lo suficiente y murió de sibaritismo. Pobrecito, parecía cuando lo encontré un coco gigante deshilachado con rastas, con el cuello torcido y rodeado de sus propias deyecciones.

Quien lo diría, con lo espabilado que parecía correteando por la ciudad con su arnés colorido esquivando diligentemente a los transeúntes, llamando la atención de viandantes anonadados por la pericia del bicho, recibiendo receptivo y meloso las caricias con aquella mirada gentil y moviendo constantemente la naricita como dando gracias por el afecto mostrado. “Si sólo le falta hablar”, me decía persistentemente Olimpia.

Yo le dije que se murió de pena, de melancolía, por la marcha y abandono de su madre-propietaria, agregando parte de mi desliz a su inmaculada culpa.

EXPERIMENTOS VISUALES.








Mi amigo Campillo realizó una inspiración profunda. Me dijo: En los tiempos de hombres azules en tres dimensiones, este minimalismo casi insultante me serena el espíritu, y el fondo musical, adrede o no, sabes muy bien que me trae viejos recuerdos de evasivas constantes y excusas injustificadas.

Entonces te ha gustado.

No ganarás un oscar, pero me gustaría tener una copia.

¡El Mèlié del siglo XXI! –gritó Anita desde el fondo del pasillo. ¡Déle ánimo usted, señor Campillo, estimúlelo para que abandone el travestismo de una vez por todas, de lo único que ha comido, dicho sea de paso, en estos incalculables años de farándula, y se adentre en su disparatado mundo de fantasías a través de la filmadora, que es lo único que hace en todo el día, correr y descorrer cortinas para encontrar la luz apropiada!

¿Qué sabrás tú de arte conceptual? Es la idea lo que importa…
Tiene razón, señora Anita, apostilló Campillo, en todo caso debería llamarlo el nuevo Marcel Duchamp
¡Sé de cuentas y de despensas vacías, y de baúles llenos de corpiños sin utilizar!
¿Se da usted cuenta de lo que tengo que aguantar, amigo mío?

La incomprensión del artista, ni más ni menos, el ostracismo del virtuoso autor.

Cuanta razón tiene, amigo mío

Tal para cual, -nos espetó ya en nuestra presencia- ya lo dice el dicho, se juntaron el hambre y las ganas de comer. ¿Quieren los señores otro gin-tónic, o prefieren que pasemos directamente a la merienda?

Nos gustaría que no te entremetieras en nuestras conversaciones, si no es mucho pedir.

¡Me perdonen los señoritos! ¡Iré a desempolvar la pandereta, que conozco el percal, si cuando las verdades cantan…!

¡¡ vieille grognonne!!

A mi no me importaría tomarme otro gin-tónic, querida Anita, dulzura envasada…

Ya, ya, ya… si lo que yo le diga señor Campillo, tenga cuidado que quien comparte colchón se hace de la misma condición…

EXPERIMENTOS VISUALES II

ESCARABAFOBIA

Hoy me he levantado como Gregorio Samsa.

¿Qué demonios puedes hacer ante semejante infortunio?

No más que aderezarte las antenas, ensalivarte las patitas, y recuperar la manía hortero-juvenil de llevar bufandas largas hasta las rodillas para disimular un poco mi caparazón.

Tienes que agujerear el sombrero y olvidarte de tus clases de piano.
Aujourd'hui no comerás de menú en el restaurante chino, directamente le pedirás a Xueming las sobras.
Estos y otros pensamientos de índole más barriobajeros me preocupaban sobremanera ante mi nueva situación.
Hay que tirar de clase, que remedio, procurar caminar erguido y seguir cediendo el asiento en al autobús, hasta que la señora advierte que el amable señor que se ha quitado el sombrero para saludarla, lo ha hecho con una de sus seis patas, y se alarma, claro, hasta la exageración del desmayo.
Se arma una pequeña revuelta en la parte central del autobús, dos pasajeros asisten con sobresalto a la desmayada mientras me calzo con urgencia el sombrero, para entonces un hombre me posa la mano en el duro caparazón y me agrede diciendo que yo, bicho inmundo, soy el culpable de toda aquella desventura. El autobús frena en seco haciendo que todos los viajeros se proyecten hacia delante, ¡coqueterías de conductor de autobuses urbanos!
Virgencita, virgencita, que se abran las puertas YA. Que pueda hacer zumbir las alas y comprobar in situ el efecto que tiene incrustar el rígido bordillo de la acera en mi vientre flácido y anillado.

¡Cucarrón, cucarrón!, me gritaban desde el autobús que ya se alejaba a toda prisa con las puertas abiertas y tirando carbonilla por el tubo de escape, y yo desvanecido en el suelo.
Escarabafobia sin ningún género de dudas en la inhóspita ciudad, si no existe esa palabra, deberían inventarla.

Pues hala, a casita de nuevo, que hoy no se celebra el día mundial del insecto, y lo más que podrás conseguir es lucir lustroso en un corcho con un alfiler atravesándote el tórax.