HACER EL ABEJORRO



Entró en la sala con la chaqueta al hombro, con paso bailarín y aires de dandy
-¡Ave María Purísima!
-¡Sin pecado concebida!
-¡Novedades!
-¡ninguna!
Así me gusta, ¿que te ha dicho ella?
-¿Quién?
La chica, ¿quien va a ser?
que le haga el abejorro....
puessssssss
oye, escucha una cosa, pariente, no le des ventaja, nunca. Recostándose en su sillón encuerado de oficina dijo: ¿Te he contado lo que me pasó una vez en el baile de las cruces de Mayo?
-no lo recuerdo, la verdad.
Un día que tengamos tiempo para almacenar acordes en séptima menor te lo contaré con detalle, ahora ven, sígueme; y de un respingo saltó por encima de mí sin pértiga aparente y echó a andar, ¡qué digo a andar!, a trotar, a correr, ¡qué digo a correr!, a cabalgar enloquecido por el pasillo arriba y abajo, sacándome tres vueltas de ventaja como por otra parte tiene viciada costumbre, hasta que aparecimos en el luminoso patio interior.

Nunca dejes que el viento te de miedo entre los árboles.
Lo tendré en cuenta.
¿Escuchas el zumbido?
No escucho nada
¡Por el amor de dios, mira hacia arriba!
¡Mon Dieu! qu'est-ce que c’est?
Un enjambre superlativo de abejas, marcialmente organizadas, de los que suelen perseguirte hasta el río para succionarte el tuétano.
¡Pero, alejémonos, aquí debajo corremos peligro!
Nada, nada, hombre, no te inquietes, están preocupadas en instalarse en su nueva casa, y eso es precisamente lo que le vamos a proporcionar. Recogeremos una caja de tamaño considerable, le haremos un pequeño orificio que servirá de entrada al castillo, y antes de tapar la caja introduciremos el enjambre en ella.
¡¿Cómo?!
No te preocupes, te subiré a hombros y con un certero golpe conseguirás que el enjambre caiga dentro de la caja, después le pones la tapa y lo dejamos en paz hasta que anochezca. Ya vendremos a por él cuando estén más calmadas y todas se encuentren durmiendo en su nueva colmena de cartón.
¡Pero me comerán a picotazos!
Es un riesgo que los valientes debemos correr
¿Debemos?
Sí, debemos.
¿Y después?
Después actuaremos exactamente como en ese maravilloso relato de Hitchcock donde asesina a un enemigo enviando por correo unas avispas a las que el malvado era alérgico. Un trabajo limpio y cuidadosamente ejecutado.
Creo que será mejor llamar a un apicultor, él sabrá lo que hacer…
Naderías, sígueme, ¡vamos!
¡De veras crees que voy a subirme a tus hombros y meter esa nube de veneno en una caja de cartón! Tuve que gritar por que ya se alejaba de mi vista con paso decidido.

Cuando entré de nuevo a la sala, estaba escribiendo en un sobre una dirección con violenta mímica de esquizofrénico. Me acerqué para ver el destinatario de la ocurrencia…

De acuerdo, no hace falta que me subas a hombros, conseguiré una escalera, ¿quieres que le ponga un lazo a la caja?
No será necesario, pero me tendrás que explicar cómo le haces el abejorro
¿A quien?
Puessssssssss, A la chica, ¿a quien va a ser?