EXPERIMENTOS VISUALES.








Mi amigo Campillo realizó una inspiración profunda. Me dijo: En los tiempos de hombres azules en tres dimensiones, este minimalismo casi insultante me serena el espíritu, y el fondo musical, adrede o no, sabes muy bien que me trae viejos recuerdos de evasivas constantes y excusas injustificadas.

Entonces te ha gustado.

No ganarás un oscar, pero me gustaría tener una copia.

¡El Mèlié del siglo XXI! –gritó Anita desde el fondo del pasillo. ¡Déle ánimo usted, señor Campillo, estimúlelo para que abandone el travestismo de una vez por todas, de lo único que ha comido, dicho sea de paso, en estos incalculables años de farándula, y se adentre en su disparatado mundo de fantasías a través de la filmadora, que es lo único que hace en todo el día, correr y descorrer cortinas para encontrar la luz apropiada!

¿Qué sabrás tú de arte conceptual? Es la idea lo que importa…
Tiene razón, señora Anita, apostilló Campillo, en todo caso debería llamarlo el nuevo Marcel Duchamp
¡Sé de cuentas y de despensas vacías, y de baúles llenos de corpiños sin utilizar!
¿Se da usted cuenta de lo que tengo que aguantar, amigo mío?

La incomprensión del artista, ni más ni menos, el ostracismo del virtuoso autor.

Cuanta razón tiene, amigo mío

Tal para cual, -nos espetó ya en nuestra presencia- ya lo dice el dicho, se juntaron el hambre y las ganas de comer. ¿Quieren los señores otro gin-tónic, o prefieren que pasemos directamente a la merienda?

Nos gustaría que no te entremetieras en nuestras conversaciones, si no es mucho pedir.

¡Me perdonen los señoritos! ¡Iré a desempolvar la pandereta, que conozco el percal, si cuando las verdades cantan…!

¡¡ vieille grognonne!!

A mi no me importaría tomarme otro gin-tónic, querida Anita, dulzura envasada…

Ya, ya, ya… si lo que yo le diga señor Campillo, tenga cuidado que quien comparte colchón se hace de la misma condición…