CONFESIONES II




Padre, yo no quiero entender, quiero creer.
-Estas visitas te proporcionarán mucho bien, ya lo verás.
He leído que Dios es el fundamento de todo pensamiento que lo acepte.
Esto me lleva a pensar, que, en teoría, si se acepta la idea de Dios plenamente, no puedo partir de otra categoría de concepto que no sea el de Dios, es decir:
El tipo que dice: “Yo creo en Dios”, éste tiene el problema resuelto, lo encauzó todo, puede no pensar más a partir de ese razonamiento, por que Dios, piensa por él, Dios sufre por él, Dios tiene angustias por él, Dios va a morir por él, por que le va hacer morir prometiéndole un futuro paraíso de bienaventuranzas y goces. Goces espirituales, por supuesto.
Esa es una versión muy manida de una idea de Nietzsche, hija, el anticristo de la filosofía. Ese hombre era el diablo en persona. No deberías leer esa literatura si atraviesas un terreno de dudas. El mismo Nietzsche tiene una frase descomunal; no hay hechos, hay interpretaciones. Así que ¿Dónde está la verdad? Vulgarmente es lo que se conoce como “según el color del cristal con que se mire.” Es relativismo puro y duro enfocado al triunfo de la razón. No me vengas con filosofía, hija, que por ahí babeo.

Sí, pero, hablando de la verdad, luego alguien dijo;”la verdad es una conquista de la voluntad de poder.” Y la iglesia, padre, convendrá usted, acapara mucho poder, como para que su interpretación de los hechos, se convierta en “la verdad”.
Denoto un punto de soberbia en tu planteamiento, te aferras a los extremos, y no es esa una buena actitud. Iglesia somos todos, hija, qué más da lo que dijera uno u otro, si de verdad quieres creer y no entender, ¿qué problema tienes? Estás en un confesionario, realizando el purificador acto de la confesión, ya has dado un primer paso, tómate tu tiempo para sentirte plena en espíritu y bañada por la Gracia Divina. No leas tanto, sigue amparándote bajo el manto de la santa madre y no te traigas como un único souvenir del paraíso a la serpiente. Puedes irte en paz…
Ah, hija, acuérdate de la caridad hacia tus semejantes y de la sotana nueva, esos sentimientos verdaderos también son un primer paso hacia la reconciliación con el Señor. Estamos arreglando, con los escasos medios de los que disponemos, la megafonía para que en las capillas adyacentes se pueda aclamar la palabra de Dios, y tenemos en mente el proyecto de restauración del maltrecho retablo de San Porfirio el anacoreta con pan de oro y un tratamiento costosísimo para la voraz carcoma…