MALENTENDIDO II

No pretendía causar ninguna impresión a mademoiselle Beatriz. Ni buena, ni mala. Si acaso comí caracolas un tanto lascivamente, bien pudiera ser efecto, sin duda, del amontillado cordobés gustado en el aperitivo. Es cierto que era una chica muy guapa y sus atributos estaban estrechamente emparentados con los árboles de navidad, pero nos estrellamos en las presentaciones.
Monsieur Enrique, leal crítico de teatro, entró en el restaurante llevando de su brazo a una señorita con sombrero, como un pirata lleva un parche en el ojo y un loro azul en el hombro. Se acercó a la mesa donde comeríamos y me indicó: Cochón, le presento a usted a mi queridísima hermana del alma, Beatriz.
Yo le besé la mano cortésmente y le dije: bonito nombre el suyo, musa y símbolo de la gracia de Dante.
-¿de quién dice usted?
-de Dante. Ya sabe, la divina comedia, siglo Xlll, el infierno, el purgatorio, el cielo,... Y le recité una pequeña parte de un soneto, añadiendo su nombre al final para darle más énfasis:

Amor brilla en los ojos de mi amada, Beatriz,
y se torna gentil cuando ella mira:
donde pasa, todo hombre a verla gira
y a quien ve tiembla el alma enamorada.

Otra ninguna mis pupilas llena;
y si las miro, no dudéis, Señora:
lo que disperso en otras enamora
vuestra beldad lo junta en gracia plena.
Beatriz, oh!, Beatriz.

-¡Bravo, bravo! Me va a sonrojar usted con su atrevimiento.

Nos sentamos los tres a la mesa en fraternal camaradería, sin percibir, ingenuo de mí, la menor sospecha de interés hacia mi persona de la joven y anhelante Beatriz, obcecado como estaba por la tragantona a marisco que maquinaba consumar a costa de la revista de mi generoso amigo, Enrique.

No obtuvimos una buena crítica en el dominical de su publicación, pero tampoco la merecimos. El día que vino a vernos, Dora estaba borracha como una cuba a las siete de la tarde, a las siete y cuarto, en los camerinos del teatro le tiró su estuche de maquillaje al desprevenido Enrique para dilapidar ciertas rencillas del pasado, a las ocho y veinte, entre pitos del público fue suspendida la función por indisposición de los actores, circunstancia esta ajena a la dirección.

Tengan la amabilidad de canjear sus entradas y dispensen las molestias.