AGAIN ALONE WITH GIN.





Hay ojos que de legañas se enamoran, fuerzas ocultas que hacen que saltes de la cama, jovial y animada, tan sólo a la segunda repetición de la alarma, palpitaciones atolondradas que impulsan a que te duches y exfolies a conciencia la piel, te empringues de sérums de todo tipo, y te conviertas en hermana siamesa del encrespador de pestañas. ¡GUAPA! Me gritan desde el andamio.
El bunker se convertía en jardín todas las mañanas, rumbosa y radiante, yo me tomaba mi tiempo y me aderezaba con mi espejito de mano antes de entrar a su despacho. Había una inusual premeditación en mi forma de actuar.-- en mis movimientos--¿qué coño tenía la vieja caparra que me hacía desempolvar la lencería? morbo enmohecido, encorsetado en un nudo doble Windsor, moqueta rancia repeinada con saliva hacia atrás. Se han vuelto locas las veletas indicándome el camino. Me chupo el dedo y lo brindo al viento, mas, este se ríe de mi, bufa en todas direcciones para que huya a ninguna parte, conscientemente sometida a una mente enfermiza, egoísta, calculadora, que me lanzó acertadamente las boleadoras a mis cabritillas patas y me hizo caer de bruces por control remoto, a distancia, del cielo donde me encontraba. Helada, sin sangre, me desplomé por el pasillo encerado de la clínica, con la contundencia y perplejidad que en su tiempo caían aerolitos en el Campo de Criptana.
Herida de muerte una vez más, y ya tengo la mochila repleta de suturas, mil veces remendada y emparchada con mi bebida preferida, Again alone with gin.