RODEO PELLEJO.



Tengo media luna en las ojeras. La otra media me la comí anoche, en aquel jardín de juegos de infancia que ha columpiado tantas sonrisas.
Vamos a jugar a piedra, papel, tijera. A muslo, labio o pechuga.
Mamá no juega para empatar, nene, mamá juega para ganar.
Tengo mis jóvenes pies en almíbar.
Yo te los lameré, marinero, Mamá tiene seda en los labios.
¡Cabalga, nene, en rodeo pellejo!
Bajo el tobogán se me llenarán los bolsillos de arena y cáscaras de plátano...
Nos resguardará de la lluvia, farolillo de verbena, Mamá hará una cuna en su vientre para cuidar de tu retoño, y se convertirá en una dama oferente para que descansen tus restos.
Mamá tiene una lentejuela gigante para tu algodoncito de azúcar, mon petit cochon.
¡Cabalga, nene, en rodeo pellejo!

En su momento no lo sabía. Ahora que tengo la soga del tiempo combada por el peso de los años tendidos, soy consciente de que la existencia del pasado, depende de la cantidad del presente que le otorguemos. Y que esta misma ley, atañe en igual medida al futuro. Y que es posible darle poca, ninguna. Migajas de sueños, tal vez, que vuelven cuando menos te lo esperas, incontrolables para la lógica, indomables a la capacidad de juicio, revoltosos y vivarachos con la prudencia, sonrojándole las mejillas, descarados, a tan delicada señora.