"EL RERRE"



En la estación del AVE de Ciudad Real hice una entrañable amistad con un sevillano tomando cañas y unos lustrosos huevos que ponían a modo de tapa. Comí seis, y en cada uno de aquellos espectaculares huevos duros parecía que de un momento a otro saldrían del cascarón Gala y Dalí como en su famosa performance.


Este ilustre andaluz que recogía orgulloso en un manojo todos los tópicos de su tierra, comió menos huevos, y sin embargo, se le trababa bastante la lengua. Era por los nervios, decía, la bicha de hierro me acojona sobremanera, picha, no lo puedo evitar, es subirme al cacharro y quedarme como un pajarito embalsamao, y eso que me tomo mi pastillita para el mareo y beso con devoción la imagen de San Cristóbal de Licia, patrón de los viajeros, pero no hay manera, me puede el miedo y el ruido de lavadora de este endiablao cacharro.
El caso es que en las dos horas menos cuarto que dura el trayecto nos dio tiempo a contarnos varias anécdotas graciosas de nuestras vidas, a seguir mareándonos, que ahora éramos dos los aquejados, con bebidas espirituosas del vagón restaurante y a resolver a nuestra manera los innumerables problemas de economía nacional que en estos días sufrimos, y en esas estábamos cuando me relató el motivo de su sufrido viaje.
Mi abuelo, que en paz descanse, fue el famoso matador de toros Manuel González Buzón, “el Rerre”, habrá oído usted hablar de él, Nunca, Pues yo le voy a decir dos cosas, la primera es que era un animal. Mi abuelo, carente de cualidades artísticas, pero rebosante de fortaleza física y ejemplar agilidad, ponía tal pundonor en sus faenas que el día que tomó la alternativa en Córdoba a manos de “Conejito”, en la suerte de espadas, pinchó dos veces en hueso, y en las dos ocasiones partió el estoque debido a la fuerza con que atacó al bicho. Mi abuelo “Rerre” mataba siempre a los toros por todo lo alto, dejando muchas veces en los pitones algún jirón de su camisolín rizado o algún bordado de su chaquetilla, también cuentan que toreando en Bormujos, un toro se le arrancó de improviso y cuando ya estaba a punto de cogerle le dio tal puñetazo que le hizo cambiar de dirección. Impresionante, No lo dude usted, Camarero, por favor, dos vinos más, La segunda es que mi hijo, otro portento tardío de la naturaleza, en Febrero del año entrante, toma la alternativa en la feria de Santa Agueda, y temo lo peor de este zopenco atrevido, por eso vengo de Albacete, de encargar a un maestro artesano de la fragua un estoque de cuatro canales para que el primer toro que mate mi hijo, lo mate de verdad, sin zancadillas óseas. ¡Olé! Brindemos por el triunfo del arte, por cierto, ¿con que nombre artístico se anuncia en los carteles su hijo? Le llaman “El Rerre II”.