LA TOURNÉE.


Me llegó esta mañana por correo la ansiada confirmación que mi cuenta corriente estaba esperando: Salimos a provincias. Y se antoja una gira larga, por que ahora, cualquier pueblo que se precie tiene una sala de teatro donde poder cantar y bailar, travestirse y animar, en definitiva, a la tropa.
Esta obra que exhibimos, sin embargo tiene un carácter más intimista, el suicidio de un hombre maduro y su pasión por los jerseys de angora planean sobre esta función constantemente.

Cabe decir que los avances técnicos aportan oxigeno y cobertura para alargar en el tiempo las representaciones. Ahora se canta en play back, algo que agradezco, mi voz siempre suena perfecta aún con la perseverancia de mis cigarros puros. Cuatro meses llevamos ya representando este oficio en la capital, y no queda una sola “chick” que en el desenlace del espectáculo no se haya reído y enjugado las lagrimas en el único pase de tarde que operamos.

El director es un joven particularmente extraño en cuanto a la forma de interpretar el libreto, piensa en modernizar el argumento con imágenes minimalistas y decorados de diseño, en contraste con la buhardilla desolada en la que habita el viudo protagonista, y que poco a poco va convirtiendo en un templo del cabaret. Y para esa parafernalia, se necesitan muchas luces de colores y muchos objetos con historia que te hagan imaginar la vida reprimida que este hombre ha digerido. Pero él hace caso omiso a nuestros consejos, (hace bien), y se empeña en postrarnos sobre camas japonesas y muebles de ikea, con lo bien que quedaría un diván isabelino y espejos pulidos en plata...
Mis dos amigas y compañeras de reparto, cómplices en innumerables giras, están eufóricas de volver a la carretera, Ya tienen una edad para lucirse emplumadas y el cuello doblado de tantos tocados que han soportado, pero conservan en la sangre algún extraño germen transgresor, que llama como canto de sirenas al pecado. Saben que suelen tener muy buena acogida entre alcaldes y gente pudiente de los pueblos, que les mandan presentes y ramos de flores que les crean en los ojos chiribitas, y doy fe que mas de una vez han sido tentadas a abandonar este viciado mundo y resguardarse al abrigo de algún acaudalado constructor, de los que cuando delante de ellos, en algún acto social, se trata de cualquier cuestión de arte o literatura, se encogen de hombros, y por poco que se les apure, confiesan ingenuamente que son unos bestias en el asunto, y nos oyen hablar a nosotros, los pobretones, y parecen poseídos de inocente admiración hacia unos seres que saben tantas cosas, y hablan de tantas cosas, y nunca han sabido hacerse ricos como ellos.